El hombre era feliz. Caminaba por unos empedrados fascinadamente acompañado. La ciudad tenía una luz única. Los bares abrían sus puertas de par en par. Ya no sabía si estaba en su ciudad. En París. O en una ciudad de ensueños. La gente cantaba. Todos le saludaban. En un lugar comía. Luego compraba artesanías. Era amado. Y amaba vivir.
Cuando despertó, y vio que todo era un sueño, estuvo a punto de ponerse triste
pero recordó la importancia de las cosas sencillas.
"Más vale disfrutar de haber tenido ese sueño, que lamentarme por lo que no tengo", pensó. Se levantó, le dio un beso a su hijo que dormía, y se puso a ver televisión.
verdades que se susurran, mentiras en alta voz y otras comunicaciones necesarias