Uno cree que huyendo de lo que no le pertenece se hará un nuevo mundo para construiir y estar rodeado de lo que decide va a pertenecer. Y está en lo cierto. Sólo que nadie se queda sin pasado, de ese pasado venimos, y a él seguimos perteneciendo. Pasan los años y la referencia persiste. Se convierte en extrañamiento. Entonces sobreviene la trampa, la idea del regreso o de una nueva huida. Dejar de nuevo en el pasado al presente, volver a convertirse en exiliado. En uno nuevo y repotenciado...
Es una puerta ésta que una vez que se cruza, desaparece. No tiene, más que como una ilusión, parte de atrás. Sólo se puede entrar. No hay regreso.
verdades que se susurran, mentiras en alta voz y otras comunicaciones necesarias